Hércules Poirot fue uno de sus célebres pasajeros, a pesar de que quien realmente viajó en él fue su creadora Agatha Christie. En uno de sus lujosos vagones el detective belga de bigotes refinados dedujo: « Lo imposible tiene que ser posible ». Y esto es precisamente lo que ha logrado el arquitecto Maxime d’Angeac, resucitando el Orient Express, en paradero desconocido desde hacía décadas.
La quimera empezó 140 años atrás, cuando Georges Nagelmackers acomodó sobre las vías el tren más elegante del mundo que unía Occidente con Oriente. Toda una aventura que finalizó casi cien años después, en 1977. Pero solo momentáneamente. El empresario suizo Albert Glatt quiso proseguir el sueño del emprendedor belga, creador también de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits, y en 1980 inauguraba el Nostalgie-Istanbul-Orient-Express, que renacía con vagones históricos recuperados.
La segunda vida del Orient Express, que enlazaba Zurich con Estambul, alcanzó nuevos hitos. Por ejemplo, realizó su viaje más largo, de París a Tokio. Incluso se puso al servicio de Michael Jackson en 1992 cuando se embarcó en su gira europea Dangerous. Pero el sueño nuevamente se desvaneció, como el humo de las antiguas locomotoras. El famoso tren desapareció, y no solo de circulación. Desapareció literalmente. Hércules Poirot podría haber llevado el caso perso las indagaciones corrieron a cargo de Arthur Mettetal, un investigador especializado en historia industrial.
Gracias a las vistas aéras de Google Maps y Google 3D dio con la ubicación del lujoso convoy en 2015. El glamoroso tren agonizaba en la frontera de Bielorrusia y Polonia, olvidado, envejeciendo, perso manteniendo elementos de gran valor en su interior, como la marquetería de Morrison y Nelson o los paneles de Art Deco de Lalique.