Georges Lambert Casimir Nagelmackers viajó a Estados Unidos en 1867 para curarse de un disgusto sentimental. Pasó diez meses allí ampliando sus conocimientos como ingeniero y puso distancia con su pasado y su Bélgica natal. Volvió enamorado de un nuevo modo de viajar: durmiendo a bordo de los trenes con coche cama que había creado Georges Pullman con su Pullman Palace Car Company.
A su regreso a Europa, este hijo de banqueros y ferroviarios bien relacionados con el rey Leopoldo II, quiso replicar el sistema de Pullman para largos viajes en tren. A diferencia del estadounidense, el belga le dio un giro al producto: los viajes en los trenes de la Georges Nagelmackers & Company, rebautizada luego como Compagnie Internationales des Wagons-Lits, serÍan menos espartanos y estarían complementados con una serie de establecimientos de una filial: la Compagnie Internationale des Grands Hotels. La CIGH llegó a gestionar 25 hoteles en 13 países y se considera primera cadena hotelera internacional del mundo.
Su servicio ferroviario estrella fue el Orient Express, lanzado en 1883 para viajar de París a Viena. Luego se extendió a Venecia y posteriormente a Estambul, cuando aún se llamaba Constantinopla. Era un tren de lujo cuidado hasta el mínimo detalle en decoración y servicio y se convirtió en leyenda por el perfil de sus viajeros y las historias, reales o exageradas, que generaba. El último servicio regular del tren, ya muy descafeinado, fue en 1977.
Una de las facetas menos conocidas de Nagelmackers fue su participación en los Juegos Olímpicos de París de 1900, donde ganó una medalla de oro en hípica. La capital francesa volvió a ser olímpica para los octavos en 1924, y un siglo más tarde, ele próximo mes de julio, acogerá de nuevo los Juegos. Este evento de atención mundial hacia París ha motivado al grupo francés Accor, propietario actual de la marca Orient Express, a recuperarla mediante la exposición este verano en la capital francesa de una reconstrucción de los vagones del legendario ferrocarril.